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Flor Rubio
La muerte de Vicente Fernández, cimbró a todos. Fueron 127 días de enfermedad. Recuerdo que cuando Don Vicente se retiró de los escenarios, lo hizo porque quería que la gente lo pensara fuerte, pleno, en pie, pero la vida le puso la última prueba al tenerlo postrado en una cama de hospital por más de 4 meses. A su familia, mi mayor respeto.
Supieron rendirle un homenaje póstumo digno de un grande. Las puertas de la Arena Vicente Fernández se abrieron al público y a la prensa por casi 24 horas de velación, horas llenas de música, lágrimas, porras, recuerdos, afecto. Estuve ahí 4 largos días, prácticamente sin dormir, pero la despedida lo ameritaba. Hace años, recorrí ese rancho en la compañía de Don Vicente, siempre cálido y afectuoso (y así lo hizo con muchos colegas periodistas), ahora nos tocaba a nosotros acompañarlo a su última morada, con una cobertura seria y cariñosa a través de la TV. La misa que ofrecieron los Fernández, cantada majestuosamente por el mariachi, la bendición de Cuquita a todos los asistentes, el canto estremecedor de El Potrillo al recordar “Volver, Volver”, la gentileza de abrir las puertas del rancho para que el público y la prensa pudiera conocer la tumba de Don Vicente. Todos fueron gestos bellísimos de una familia en duelo, pero con la certeza de que hacían lo correcto. Honrar lo que su padre hubiera querido. QEPD querido Vicente Fernández.