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Samuel Cantón
El periodista Julio Hernández, “Astillero”, dio cátedra sobre cómo debe ser ahora la relación con el poder.
Injustamente fue incluido en la sección “Quién es quién en las mentiras” de Las Mañaneras.
Se le trató como a todos. Como a los demás.
Y él acreditó que no es igual.
En vez de tomarlo personal, de reaccionar con el hígado, o lastimado en el ego, hizo lo inesperado: pedir -sin exigir- derecho de réplica para aclaración.
Lo único que había hecho es denunciar la entrega de mil 805 hectáreas -“envueltas para regalo”- para un desarrollo inmobiliario del Área Nacional Protegida de la Sierra de San Miguelito, en San Luis Potosí, por parte de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
No le gustó a la titular María Luisa Albores, y lo echaron al triturador de fake news.
Dijo Julio, de frente, en la cara de los funcionarios, empezando por el presidente, que el empresario Carlos López Medina “se encaminaba” a quedarse con las tierras.
Astillero no se volvió enemigo personal de AMLO por el ataque directo y artero que recibió de parte de la presentadora de la sección, Elizabeth García Vilchis.
“Esta información es falsa; el gobierno de México niega que exista engaño alguno…”, sostuvo Vilchis a nombre suyo y de Albores.
Sin embargo, el columnista líder de las redes sociales respondió como un profesional ejemplar y hombre sensato, y Obrador lo reconoció, admitiéndolo.
Expuso lo que sucedía, sus propios argumentos, AMLO -molesto- dijo desconocer el proyecto, y la secretaria Albores no dejó de hacer muecas en Palacio.
Al final, López Obrador aseguró tajante: “Por el interés superior de la Nación, no se permitirá el despojo, así sea o haya sido autorizado por autoridades locales”.
Punto.
“No estamos aquí para facilitar el saqueo, el robo, la corrupción, como era antes”, dijo el paisano.
Ganó Astillero -Vilchis tendrá que retractarse por llamarlo mentiroso-, el periodismo, el presidente, y la verdad.
Todos.