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Nunca una valla dijo tanto.
Nunca fue tan flexible y manipulable, a pesar de ser metálica. Interpretada a gusto, capricho, conveniencia y entender de cada uno. Para los adversarios de Andrés Manuel López Obrador significa su miedo a ser agredido por las mujeres a las que -según ellos- ignora, desprecia, “no les importa”, y no protege. Difícilmente es cierto: AMLO no está en peligro, ni su presidencia, y tampoco las violentas que pueda haber hoy en la marcha por el Día Internacional de la Mujer, por agresivas o numerosas que sean, estarán instalando un Golpe de Estado.
En aquel contexto de (imaginario) desdén por las féminas, se incluye su respaldo a Félix Salgado Macedonio, villano favorito de la #8M2021. Un apoyo, en realidad, a los métodos de selección de candidatos de Morena, y respeto por la voluntad de los guerrerenses. Cuestionable, de cualquier forma. Sus oponentes -valiéndose de la ocasión- colocan al paisano como antifeminista y enemigo de ellas. La lectura que hizo la periodista Lidia Cacho se antoja atroz: “La valla de AMLO es la representación física de su negación sobre la impunidad machista…” Cerco que a juicio de los antiobradoristas “dice más” que el Muro de Berlín o el de las Lamentaciones de Jerusalem. La Valla de las Interpretaciones. El perímetro es una cosa: se colocó para proteger del vandalismo al histórico Palacio Nacional, patrimonio de las futuras generaciones de mexicanos. La condición de las mujeres,
que con toda justicia y derecho las lleva a protestar contra violencia, injusticias y discriminación, haciendo incluso de la valla un memorial en homenaje a las víctimas de feminicidio, es otra cosa. Y perdura no nada más por culpa de los gobiernos (de los tres ámbitos, no sólo del de AMLO), sino de toda la sociedad, y no únicamente por parte de los hombres, también de las mujeres.