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MÉRIDA, Yucatán.- Jesús «D» tenía apenas dos meses de haberse instalado con su compañera Leidy Mariana en Mérida, exactamente en el fraccionamiento Las Américas, donde habían abierto en poco tiempo una lavandería y un puesto de antojitos.
Anteriormente, la pareja había hecho su vida en la ciudad de Cancún. Él era nativo de Villahermosa y ella de Cárdenas, en Tabasco, pero la falta de oportunidades los habían hecho cambiar de domicilio con vistas al caribe.
Chuy, como era conocido en Benito Juárez, pronto encontró trabajo como taxista. Un conocido lo metió un día a vender bolsitas de cocaína, como se le hizo fácil ofrecer a sus clientes nacionales y extranjeros mientras los paseaba por la costera, no tardó en compaginar la ruleteada con la venta de la droga.
En algún punto, su situación económica mejoró. La casa, que a su llegada al estado, estaba vacía, pronto empezó a llenarse de muebles, enseres electrodomésticos y ropa.
No tardaron el abrir una lavandería, que Leidy Mariana atendía de lunes a sábado. Todo iba, como dicen los marinos, viento en popa, de no ser porque un 14 de noviembre de 2015, la policía los encontró en posesión de 66 dosis de cocaína.
DEJÓ TODO EN BENITO JUÁREZ
Cuando Chuy salió de la cárcel, decidió poner pies en polvorosa. Junto con su compañera Leidy dejaron todo lo que les quedaba en Cancún y se instalaron al norte de la ciudad de Mérida.
Como ya conocían el negocio de la lavandería, abrieron en el fraccionamiento Las Américas, donde vivían en el local. También acondicionaron el estacionamiento de su casa para vender comida.
No tenían amigos en la ciudad, y la pareja evitaba establecer nuevos lazos.
Se tenían el uno al otro, y habían establecido una rutina para mantener el bajo perfil. Antes de abrir la lavandería y el local de comida, se levantaban temprano para ir a correr por el fraccionamiento.
El martes 3 de febrero la pareja de tabasqueños siguió la misma rutina. Él se calzó unos tenis y tras enfundarse una playera y un short, esperó a Leidy afuera, mientras ella se vestía apropiadamente. Apenas la vio comenzó a trotar en el mismo punto. Ella sonrió. Sería la última vez que lo harían juntos.
LO ALCANZARON EN MÉRIDA
Tras dar unas vueltas por el fraccionamiento Las Américas, de calles solitarias y fachadas blancas, los deportistas enfilaron hacia la glorieta que estaba próxima a su casa.
Para Chuy y Leidy sentir el aire fresco y el sol apacible en sus mejillas era la gloria después de haber estado en chirona algunos años. Los dos no querían hablar de ese cercano pasado, y se sentían satisfechos de haber dejado Cancún.
Cuando pasaron todos sudados por la glorieta de la calle 55 y 132, la pareja no vio a un hombre que estaba sentado en un borde. Este los había observado desde que salieron a dar la vuelta y estaba esperándolos. Todavía se dio tiempo de sacudirse el polvo y caminar hacia ellos.
El desconocido apenas los tuvo enfrente sacó un arma de entre sus ropas y accionó el gatillo. Chuy cayó de espaldas en la banqueta. El pistolero vio a Leidy a los ojos, y luego camino hacia la otra calle, donde ya lo esperaba una camioneta Kia con el motor encendido, que se perdió en medio del tráfico de la mañana.
De inmediato helicópteros de la Secretaría de Seguridad Publica sobrevolaron la zona para dar con los pistoleros. Según las primeras investigaciones, se trata de un ajuste de cuentas del crimen organizado.