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Obligaban a menores a robar de noche

Confiesan infantes que si no lo hacían recibían golpizas salvajes. Los entregan al DIF municipal.
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SAN CRISTOBAL DE LAS CASAS, Chiapas.- Tras cerrar los puestos del mercado de artesanías en Santo Domingo, algunos simplemente cubiertos con mantas negras, sujetadas con lías bien tensadas, los comerciantes se despidieron. Un grupo no salió por la puerta, se quedó dentro de la nave para atrapar a los ladrones.

Los centinelas esperaban ansiosos que los cacos dieran un nuevo golpe. Desde el mes de enero se habían activado las alertas entre los venteros, porque de un día para otro, los negocios aparecían con menos mercancía.

Cuando los hurtos se hicieron notar con mayores cantidades, los marchantes artesanos decidieron tomar cartas en el asunto. Eligieron entre ellos a los más jóvenes, para que con sigilo velaran la mercancía durante toda la madrugada, en espera de que aparecieran los que llamaban con total desprecio «ratas de dos patas»

Habían pasado ya varios días, sin que por los pasillos desiertos del mercadito aparecieran los amantes de a lo ajeno, en vez de eso, habían visto a una colonia de roedores salir y regresar por el sistema de alcantarillado.

La madrugada del martes 9 de febrero, cuando ya los ánimos comenzaban a decaer entre los jóvenes guardias, unas sombras alargadas se detuvieron a la entrada del mercadito. Como eran delgadas, lograron atravesar sin problemas la entrada.

NIÑOS DE LA CALLE SON EXPLOTADOS

Cuando los centinelas vieron a las sombras moverse con agilidad por los pasillos del marcado, se quedaron sorprendidos. Esperaban ver a hombres rudos desamarrar los puestos y jalar con fuerza las cortinas negras que los cubrían para dejar al descubierto las mercancías.

Esperan encontrarse con manos enormes que llenaban bolsas negras con mercancía para luego echárselas a sus lomos fuertes, y dar grandes zancadas hasta alcanzar la salida y desaparecer por la calle.

Lo que los centinelas vieron en acción fue a tres infantes, de cuerpos enclenques y manos delgaduchas. En vez de botas, el trío traía calzado estilo fomi, rotos y llenos de polvo. Aunque hacía un frío cortante, los pequeños ladrones apenas si portaban abrigos raídos, parecían que habían encogido dentro de aquellos cuerpos que eran más huesos que carne.

Conmovidos, los jóvenes centinelas, y más por obligación que por ganas, atraparon a los pillines.

ADULTOS CONTROLAN RED DE LADRONZUELOS

Frente a los comerciantes afectados, los niños confesaron que son obligados a delinquir por adultos. Nerviosos y con lágrimas en los ojos, desgranaron nombres. Señalaron a un tal «Devy, el Cali, Luis y Chipi», banda que opera por los alrededores del Mercadito 2.

Los infantes, quienes no cuentan con familias ni un hogar, viven en la calle. Dijeron desconocer el domicilio de las personas que las mandan a robar. Sólo las ven por el citado lugar. Y cuando no entregan ninguna mercancía, un hombre llamado Brayan es el encargado de golpearlos.

Los menores espantados revelaron que no son los únicos niños que se dedican a robar en esa zona. Hay más obligados a delinquir por la noche. Incluso, en ocasiones, un adulto mayor los vigila de lejos y de paso les da el pitazo cuando se acerca la policía.

Como los artesanos no tienen corazón de piedra, se sintieron conmovidos al escuchar toda la historia que el trío contó. Uno sugirió llevarlos al DIF municipal para que los ayudara, y pedir a las autoridades correspondientes que investiguen la explotación infantil, penada por ley.

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