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22/12/2019 05:05 / Centro, Tabasco
Del libro del profeta Isaías: 7,10-14
En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo, o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.
Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor
Domingo, diciembre 22, 2019
Evangelio de San Mateo 1,18-24
MONSEÑOR GERARDO DE JESÚS ROJAS LÓPEZ
OBISPO DE TABASCO
cancilleria@ diocesistabasco.org.mx
Casi a las puertas de la celebración de la Navidad, subimos el último peldaño en nuestro itinerario del Adviento. El evangelio de este domingo nos coloca frente a los acontecimientos que preceden el nacimiento de Jesús, especialmente los relacionados con el anuncio de que el niño engendrado en el vientre virginal de María proviene de Dios.
Tengamos presente que este es el domingo de la Anunciación. El año pasado, en este domingo habíamos leído la anunciación del Ángel a María, este año leemos la revelación divina del origen de Jesús a José. El pasaje, también conocido como “el sueño de José”, nos ayuda a descubrir mejor el verdadero origen en Dios de la persona de Jesús y, de ahí, su misión con relación a los hombres. Bajo esta luz, descubrimos también la fascinante personalidad espiritual de María y de José.
No hay una línea en el evangelio de hoy en la que no esté mencionada la madre de Jesús, al mismo tiempo que se perfila el papel de José en medio de estos grandes acontecimientos. Mateo se permite intitular su relato: “La generación de Jesús Cristo. El término que traducimos por “generación” alude a un “génesis”, a un “origen”. El “Cristo” (Mesías) que hace su irrupción histórica en la persona de “Jesús”, tiene en las raíces de su existencia un misterio particular que hay que tratar de comprender. Por eso el evangelista nos invita a comenzar su evangelio remontándonos hasta los “orígenes”.
Tratando de ir a fondo, el evangelista Mateo distingue el “origen remoto” y el “origen próximo” de Jesús. El origen remoto hace el recorrido ascendente al interior del hilo histórico del árbol genealógico de Jesús, hasta llegar al “padre” del pueblo hebreo: Abraham. A Jesús se le comprende bajo la luz de la historia salvífica del pueblo del que hace parte, al cual redime en primer lugar. El origen próximo, ya en medio de los acontecimientos previos al nacimiento de Jesús, nos dice explícitamente que María “se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”. Por tanto, el origen de Jesús no está relacionado solamente con los eventos históricos sino con la obra creadora de Dios en el vientre de María.
El Espíritu Santo, la fuerza creadora de Dios, ha actuado en María para hacer posible la concepción de Jesús (así también se dice en Lc 1,35: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti…”). Ni José, ni ningún otro medio humano, ha tenido que ver con el asunto (aunque algunos han mostrado que al menos en la región de Judea se les permitía a los “desposados” tener al menos una relación; pero eso no explicaría nada porque la afirmación ha sido clara: “obra del Espíritu Santo”). Por lo tanto, Jesús proviene de Dios. Una salida digna ante la deshonra del marido: “resolvió repudiarla en secreto”. José entra en conflicto. Reflexiona, discierne y toma finalmente una decisión: dejar libre a su esposa renunciado a efectuar el “repudio” al que legalmente tenía derecho.
La intención de proceder “en secreto”, y no ante dos testigos la forma oficial que mandaba la Ley está unida al calificativo que se le da a José: “era justo”. Por una parte, poner “en evidencia” pública el caso, mediante una denuncia, implicaba abandonar a su propia suerte y desprecio general de la población a su amada. El repudio de la novia la deshonraba para toda la vida. Por otra parte, la “justicia”, que lo lleva a calcular una acción según el criterio del mal menor, deja entender que la base de su decisión está relacionada con la búsqueda de la voluntad de Dios. El retrato interior que se nos da de José, aún en medio del conflicto, es el de un hombre con una gran sensibilidad espiritual.
En estos términos están los acontecimientos cuando la intervención divina le da a la decisión de José una nueva dirección. La intervención de Dios para cambiar los planes de José: Pero el afligido José sólo conoce un aspecto del acontecimiento. Falta escuchar el otro punto de vista: el de Dios. Sucede como en todo serio discernimiento que se haga para las decisiones importantes de la vida: siempre hay que escuchar el punto de vista de Dios. Por medio del Ángel, Dios ilumina el acontecimiento y le da instrucciones precisas a José. Enseguida, todavía dejando oír palabras que provienen de lo alto, ahora por medio de la Santa Escritura, el relato se permite una breve pausa de reflexión para contemplar el significado del nacimiento que está por venir. Al final lo que importa no es el hecho de que nazca un niño, sino que, observando cómo nace, se llegue a saber su dignidad y su misión en el mundo.
El Ángel se dirige a José llamándolo “Hijo de David”. Este título nos remite a las antiguas promesas mesiánicas conectadas con un descendiente de David (ver Mt 1,1: Jesús es “Hijo de David”); por eso el rey aparece en lugar destacado en la genealogía (1,6.17). A través de José, Jesús será conectado con David (1,16). Por eso el sólo hecho de darle este título a José, además de la invitación a “no temer”, es un llamado para que ejerza su responsabilidad como miembro del pueblo elegido que aguarda al Mesías.