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Ésta semana, recién, se cumplió un mes de la partida de José José. El día que tuve el gusto de conocerlo, en Cantando por un sueño, me hice su fan, cómo ya era de sus canciones. Cuando lo invitamos a comer cubano y estuvimos compartiendo toda una tarde, me enamoré de la persona.
No es porque no esté o porque uno idealice a los muertos. Y más en estas fechas. Es porque verdaderamente José tenía un encanto especial para tratar a las personas.
Entrando a la casa, lo primero que hizo fue ir directo a la cocina. A la señora que nos ayudó con los preparativos de los moros y cristianos, fue a la primera que saludó de beso y abrazo. Después, a todos los demás.
“El día que un empresario te pida una fecha y tú no sepas si es de fiar, me llamas a la casa”, así de frente y con esas ganas de ayudar Me brindó su apoyo. Ya estaba afectado de la voz pero con mucha ilusión me contó de sus presentaciones en Colombia. Salió de gira y fue un éxito. Después me dijo Jaime Varela, la voz gemela de Juan Gabriel, quien lo acompañó por Sudamérica, que no ocupaba cantar. “La gente se ponía de pie cuando salía al escenario”, me aseguró el imitador.
Para rendirle un pequeño homenaje al príncipe de la canción, invitamos a su hija Marisol al programa de televisión y a quien fuera por muchos años, su mano derecha, Laura Núñez. Con el amor y cariño de hija y fan, nos contaron unas anécdotas entrañables. Y es que eso dejaba José, buenos momentos y amor, por donde pasaba.
Viva por siempre el príncipe. ¡A gozar que el mundo se va a acabar! Todavía recuerdo esa tarde de moros y cristianos con JOSÉ JOSÉ, y me vuelvo a emocionar. Hoy me queda escucharlo todo el día en mi playlist. Esa dicha la tienen los grandes, se quedan por siempre.