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El presidente López Obrador sólo se reunió con dos de los tres bloques de poder del magisterio. El lunes, con la CNTE. Y ayer con la dirigencia oficial del SNTE (que por cierto llevaron golpeadores que agredieron y amenazaron a reporteras de la fuente presidencial). Le faltó el tercer polo, el de Elba Esther Gordillo, su aliada incómoda.
A ella no debe importarle. De cualquier manera, Elba no se fue ayer con las manos vacías. Por la mañana recibió la gran noticia: le entregaron la dirección general del IMSS a uno de los suyos: Zoe Robledo Aburto.
Cierto que Zoé Robledo ha tejido relaciones políticas y se ha abierto camino por cuenta propia, no puede negar la cruz de su parroquia: es hechura de Elba, la reivindicada y purificada por la 4T.
El niño Zoé corría, jugaba en los jardines de casa de Elba, mientras su padre, Eduardo Robledo Rincón, hacía política con ella.
La historia de Elba y la familia Robledo, ambas de origen chiapaneco, se enlaza el 11 de diciembre de 1976, relatan Arturo Cano y Alberto Aguirre en el libro Doña Perpetua. Dicen: “Gordillo tiene un accidente en las obras del Metro, cuando atropella a un trabajador quien no sobrevive. La remiten a la estación policiaca de las calles de Topacio. La sacó del apuro un abogado que trabajaba con el líder del SNTE en aquella época, Édgar Robledo Santiago”, tío de Eduardo Robledo Rincón (propietario de la consultoría Gerencia en el Poder, que a la fecha ocupa oficinas propiedad de Elba, en la Torre Murano), padre de Zoé Robledo.
Habrá que ver si Elba se conforma con el IMSS o insiste en apoderarse de nuevo del SNTE.