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Desde diciembre de 2017, Yeidckol Polevnsky, ya como presidenta en funciones de Morena, decidió cerrar el partido a la ciudadanía: ordenó que ni una sola afiliación más.
Millones de ciudadanos que apoyaron activamente la campaña presidencial de Andrés Manuel López Obrador, y muchos de esos más de 30 millones que votaron por él, se quedaron con las ganas de tener una credencial de Morena.
Esto viola flagrantemente el artículo 41 de la Constitución, que establece que los partidos políticos son un ente de interés público, y deben estar permanente abiertos al escrutinio y a la participación ciudadana.
Es una muestra de cómo Yeidckol ha conducido a Morena, en sentido contrario de la 4T. Contrario a lo que enarbola AMLO: estar cerca del pueblo, escucharlo. Morena se está convirtiendo en una especia de partido comunista, maoísta, como el Cubano. Sólo unos cuantos, una nomenklatura decide: Yeidckol, Martí Batres, Marcelo Ebrard, los principales.
A quienes disienten, los mandan al paredón. Violan sus derechos Constitucionales a la libre expresión. Ahí el caso de Alejandro Rojas Díaz Durán, a quien por buscar la Presidencia de Morena, pretenden expulsar. Absurdos los argumentos: que hizo “manifestaciones que se encaminan a realizar una falta a la moral, intimidad o se moleste públicamente a una tercera persona”. ¿Se referían a Yeidckol, cuando llamó “sabandijas”, “rastreros, “chapulines” a sus compañeros de partido?
¿Qué sigue? ¿Proscribir la libre expresión de la Constitución? Ahora Yeidckol quiere sancionar a Ricardo Monreal, líder de los senadores de Morena. Ello fracturaría a Morena y se acabó la 4T.