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Hace unas semanas, le pregunté a un alto funcionario del Gobierno Federal si era cierto que los dados estaban cargados a favor de Ricardo Salinas Pliego para que ganara la licitación de la concesión de 50 mil kilómetros de fibra óptica de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Su respuesta fue sorprendente: “¡Ojalá alguien se anime!”
Pareciera un apetitoso negocio. Es una de las dos redes de fibra óptica que existen en el país. Es la más grande. Llega al 95% de las poblaciones, todas en las cuales hay energía eléctrica. No la usan para telecomunicaciones.
La otra es la de Telmex, de Carlos Slim, que no cubre todo el territorio, ni siquiera en las grandes ciudades.
Quien gane la licitación tendría que hacer el tendido de cable fibra óptica de lo que se llama la “última milla”: de la central eléctrica a las viviendas y comercios, a quienes les vendería el servicio. Ese sería su negocio.
A cambio, daría internet gratuito en plazas públicas, escuelas, hospitales y los centros integradores de servicios del Gobierno Federal, unos 10 mil, en igual número de comunidades. El concesionario tendrá que dar mantenimiento a la red.
Las bases de la licitación se publicaron el 12 de marzo pasado. La licitación sería a finales de junio.
Parece que no ha cobrado el interés que esperaría el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Tan es así, que apenas el viernes pasado, dijo que si se declara desierta la convocatoria, no descarta la creación de un organismo de Estado para operar esa fibra óptica y llevar a todas las comunidades del país el servicio de telefonía e internet. Ojalá alguien se anime.