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La verdad del movimiento estudiantil

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Hugo Hernández/Grupo Cantón

EL MOVIMIENTO ESTU­DIANTIL de 1968 terminó de manera abrupta la noche del 2 de octubre de ese año con la masacre de Tlatelolco a manos del Ejército que dejó una cifra de muertos indeterminada, que puede variar entre los 30 a 300, según todas las fuentes que se consulten.

A 50 años de ese suceso, la verdad no ha sido conocida. Pe­ro todo parece indicar que muy pronto serán abiertos los archi­vos de los actos violentos en la Plaza de las Tres Culturas.

Esta información del mo­vimiento estudiantil en poder del Archivo General de la Na­ción está conformada por do­cumentos de entidades como la Policía secreta y política del Gobierno federal, la Policía de la Ciudad de México y del pro­pio Ejército mexicano.

Al respecto, la comisionada del Instituto Nacional de Ac­ceso a la Información (INAI) Blanca Lilia Ibarra, declaró que mantener la opacidad so­bre esta información del movimiento de 1968 “sería negar el pasado histórico y su impacto en la vida de México, para evi­tar que se repitan las violacio­nes a los derechos humanos”.

Entre la documentación a divulgar hay informes médi­cos sobre las causas de muerte de los estudiantes inmiscui­dos, “con lo cual se evidencian las violaciones a derechos humanos ocurridas la noche del 2 de octubre de 1968”.

Incluso las imágenes de es­tudiantes fallecidos no iden­tificados “podría favorecer todavía en la identificación de personas que son buscadas por sus seres queridos”, indicó la comisionada.

Al divulgar la información en posesión del Archivo Gene­ral y la aportada por otras instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a través del Centro Cultural Universitario Tlate­lolco, “será posible fortalecer el conocimiento de lo que aconte­ció en torno al movimiento es­tudiantil”.

El movimiento estudiantil de 1968 está considerado uno de los sucesos de mayor trascendencia política de Méxi­co en el siglo XX al derivar en guerrillas, guerra sucia y una apertura política que se amplió gradualmente en los últimos 50 años.

De ahí la necesidad de co­nocer la verdad de los sucesos. Abrir los archivos informa­tivos que las autoridades aún guardan con mucho recelo, co­mo para que nadie sepa la realidad
del 2 de octubre de 1968.

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