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Decir que el Partido Popular Socialista (PPS) y el Partido Acción Nacional (PAN) representaban las fuerzas opositoras en Tabasco, antes de las elecciones estatales del 9 de noviembre de 1988, era hablar demasiado. En realidad, aunque habían sido segunda y tercera fuerza electoral en los procesos de 1985, como partidos competitivos no prendían mecha y muchas veces se mostraban veleidosos con el gobierno local. Si Andrés Manuel López Obrador aceptaba la candidatura del Frente Democrático Nacional (FDN) para contender por la gubernatura de Tabasco tendría que hacerlo casi de cero, picando piedra.
Antes de renunciar al Instituto Nacional del Consumidor (Inco), se tomó las vacaciones a las que tenía derecho para pensar lo que iba a hacer. La decepción que sentía por el tricolor lo llevaba a hacer cálculos sobre las recientes elecciones presidenciales que habían puesto a prueba el FDN como partido opositor real. No sólo a nivel nacional, sino hasta en su tierra, el frente había resquebrajado para siempre, el mosaico de un Tabasco uniformemente tricolor.
Por primera vez, casi el 20% de sus paisanos, dieron su voto para presidente de la República, en aquella jornada electoral del 6 de julio de 1988, al candidato opositor del FDN, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Sobre esta base estaba claro que el tepetiteco podría de entrada retener esos votos cardenistas.
La invitación del propio ingeniero Cárdenas estimaba estos pronósticos, aunque fuera del PPS, que repetiría en la coalición del FDN para las elecciones estatales, los otros partidos que integraban el frente –el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), el Partido Mexicano Socialista (PMS) y el Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (FCRN)– ni siquiera tenían presencia real alguna en Tabasco. No existían. En el camino al Caribe, Andrés Manuel pasó por Villahermosa, y se llevó un ejemplar de Ley Electoral.
Para entonces, ya el PMS, el PPS y el FCRN habían registrado cada uno a un candidato a gobernador en Tabasco. Andrés Manuel encontró en la ley que tales candidatos podían sustituirse, siempre y cuando estuvieran dispuestos a renunciar. Para enmendar el asunto y aplacar su malestar por haber dicho al principio que no, el tepetiteco volvió a la CDMX y se entrevistó de nuevo con el ingeniero para decirle que no podía seguir sintiéndose así, que sí iba a entrarle al desafío. Casi al cuarto para las doce de iniciarse el proceso, los tres candidatos registrados renunciaron para cederle el paso.
En su libro Tabasco, víctima del fraude electoral, Andrés Manuel López Obrador recuerda así el episodio: “El 20 de julio, en una reunión de la comisión política del FDN, celebrada en la CDMX y presidida por Cuauhtémoc Cárdenas, los dirigentes del PARM, PMS, FCRN y PPS, acordaron mi postulación como candidato a la gubernatura.
“El mismo día de mi postulación, me entrevistaron Azucena Valderrábano, de La Jornada, y Rogelio Hernández, de Excélsior. A la primera le expresé que no tenía enemigos en Tabasco ni quería tenerlos. Textualmente le dije: ‘A partir de ahora voy a tener adversarios, contendientes. Pido urbanidad política, elevar el nivel del debate. Todo, en beneficio del pueblo. Hagamos un esfuerzo para contribuir con actitudes serias, responsables, a perfeccionar la democracia’.