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Ciudad de México.– “Era bien travieso, era re’ latoso”, se escucha que grita una de tantas señoras quien, gustosa, también se dio tiempo para ir a aplaudir y vitorear al Cuau.
“Siempre le gustó el futbol, se ponía a jugar con el conserje”, cuenta la maestra Alicia Ángeles Maya, quien fue precisamente la mentora del eterno ‘10’ en sus tiempos de primaria.
Cuauhtémoc Blanco, el hijo pródigo de Tlatilco, estaba ahí, olvidándose de la banda que ahora mismo le cruza en el pecho, porque siempre pregonó que es un tipo agradecido y entregado al barrio.
En su versión más auténtica, el último ídolo americanista se despojó de todas las etiquetas, y departió como uno más, justo en el sitio en donde comenzó todo.
Porque el ahora gobernador electo de Morelos no tiene empacho en decirlo, es hecho aquí, en el corazón de la delegación Azcapotzalco.
“Yo viví acá con mi abuelita, hace rato pasamos al edificio 27, letra Q, que es ahorita en donde vive mi tío. Siempre he dicho que aquí crecí, aquí nací, pero después me fui a vivir a Tepito por otras circunstancias”.
Está claro, lo del Barrio Bravo es agradecimiento, porque además también fue adoptado, aunque él siempre ondea la bandera de estos lares.
Y es a pregunta expresa de Grupo Cantón, que Blanco Bravo habla del Impala, el equipo que lo curtió y que lo mandó precisamente a las Grandes Ligas pamboleras.
“No tenía pandilla”, aclara entre risas. “Mi padrino fue el que comenzó a fomentar el Impala, desde que tenía seis años; después se fue con Jaime y con Toño, ellos también eran sus amigos, ellos empezaron.
“Recuerdo que jugábamos contra los de la 44, que tenían su equipo que se llamaba el Celtic, y había una rivalidad muy fuerte, y también con el Naranjitos. Son momentos muy bonitos, muy padres, anécdotas que siempre las voy a tener aquí, como lo he dicho, nunca me voy a olvidar de mi gente”, agrega y también escarba en el baúl personal, y con ese genio y figura de siempre, presume que eran los más odiados desde esos tiempos cuando ya empezaba a coquetear con el crema, lo que son las cosas.
“Siempre fuimos Campeones. Nos tenían envidia. Había mucha rivalidad con el Celtic”, ataja.
Y para enaltecer la tarde, uno de los profes de aquel club tan ganador en la colonia, entregó las placas de los chavales que integraban a aquella banda futbolera.
“Aquí jugábamos frontón, y usábamos la calle de enfrente para jugar futbol. A veces nos encontrábamos aquí con los chavos de la 44, los del 27, y luego venía a jugar la gente de los otros edificios que están pasando las vías.
“Estoy muy feliz de regresar aquí, toda esta gente me vio nacer, aquí empecé a jugar. Nos íbamos caminando a una cancha de tierra, de piedras, en donde realmente se sufre con los raspones, estoy contento de estar con mis vecinos”.
La tarde, aderezada con deve- Gustoso, descubrió una de las obras que le dedicaron lación de placas y el estreno de muros que hacen alusión al tres veces mundialista, fue sellada con un deseo ferviente del exdelantero de las Águilas, pues es un convencido de que los grandes talentos están destilando talento en las calles.
“Créeme que he hecho todo lo posible para que salgan futbolistas de todos los barrios. Yo tengo una escuela de futbol, un equipo de Tercera División desde hace mucho tiempo, y lo que quiero es regalarles un poquito a todos estos futbolistas, darles una oportunidad.
“Dios quiera, ahora está un jugador de mi escuela en el América, ojalá y triunfe, yo digo que aproveche esta gran oportunidad, las oportunidades hay que aprovecharlas, porque sólo se presentan una vez, eso es lo que debemos hacer”.