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Mentes perdidas

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Nada es peor que caer al abismo de la irracionalidad donde habitan los animales domésticos y las fieras de la selva que mantienen su hábitat con un equilibrio mejor al de los humanos en el círculo perfecto de la naturaleza. Pero, ante todo, está la razón la cual, si se niega, pierde el sustento de la evolución sino toda perspectiva de presente y de futuro bajo la funesta espada de la manipulación. ¡Pobres de aquellos incautos quienes ponen todo en manos de un líder sin atreverse a cuestionarlo o justificándolo todo! Son iguales a los leones de los viejos circos ante el domador implacable.

Me refiero, en primer lugar, a quienes no soportan el menor señalamiento respecto al futuro presidente y llegan a la bastardía intelectual aduciendo que “es necesario dejarlo trabajar”, cuando nadie lo maniata, aunque se equivoque, como ya lo ha hecho, en varias de sus decisiones. Si él es quien se adelanta es menester seguir sus pasos para descubrir intenciones, acuerdos si los hay y la meticulosa defensa, a veces, de lo indefendible como cuando se atreve a defender a un personaje, Manuel Bartlett, hundido por su pasado y vindicado bajo la torpe idea de que, en los últimos quince años, fue un defensor de la industria eléctrica; antes, ni hablar.

Y si el pasado no existe, que regresen figuras de la talla de Luis Téllez Kuenzler –para no citar a los ex mandatarios–, autor de la reforma energética desde el sexenio de ernesto zedillo, muy influyente dentro del equipo de trabajo de Andrés Manuel. O incluso felipe calderón quien fue secretario de Energía, al igual que Téllez, y optó por hacer mutis respecto a la reforma congelada por el señor fox; y, por último, podría ratificar al quintanarroense Pedro Joaquín Coldwell, cuyo medio hermano es gobernador de su entidad por un arreglo que se convirtió en coalición desde 2016.

Por algo, la inteligente Tatiana Clouthier –el anverso de su hermana Rebeca quien ahora despotrica contra el PAN porque no alcanzó curul– señaló que habría otros mejores para ocupar la dirección de la CFE, esto es cualquier ingeniero con experiencia en el sector y surgido de entre quienes conocen la industria, su manejo y sus proyecciones. Hay cientos de ellos si se quiere ver más allá de las componendas inexplicables de gabinete.

Y sé que habrá lectores listos a reprocharme por contar la verdad. Bartlett, desde hace treinta y dos años, tiene un largo expediente en la DEA por su presumible cercanía con los grandes “capos”, en especial los de Sinaloa quienes dieron lugar a los de Guadalajara, en 1986, cuando se produjo el asesinato del agente Enrique Camarena Salazar. Hasta una serie exitosa de televisión se dio –“La Guerra de las Drogas”-, con el personaje de Bartlett como figura central. De ser esto así, ¿su designación es producto de un acuerdo con los grandes narcos como muestra la buena voluntad del próximo mandatario en pro de la amnistía general?

Este es el comienzo de la turbia historia. Bartlett no es un “patriota”, como grita el siempre provocador Gerardo Fernández Noroña –con muy escasa información sobre el particular como pude comprobarlo a la salida de una radiodifusora, personalmente–, sino un infiltrado de la peor mafia de México, a la que dice combatir el señor López Obrador en la hora de la transición.

Rectificar no es un signo de debilidad sino de grandeza institucional.

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