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marzo 29, 2024

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Manitas quemadas

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Manlio Fabio Beltrones fue gobernador de Sonora en la etapa crucial del salinato trágico cuando se produjeron los magnicidios del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo –al que poca atención dio el querido San Juan Pablo II–, Luis Donaldo Colosio Murrieta y Juan Francisco Ruiz Massieu cuya hija, Claudita, modificó su perspectiva transformando el rencor por la apetencia de elevados cargos públicos.

Como gobernador viajó a Tijuana luego del asesinato de Luis Donaldo, a regañadientes porque el entonces presidente salinas –según me confió Beltrones mismo– insistía en que no se moviera, y colectó información privilegiada de la que NO ha dado cuenta en casi veintidós años pese haber viajado con el asesino material, Mario Aburto Martínez, hacia la ciudad de México en un avión de la Procuraduría General. Ni siquiera fue capaz de informar sobre los pasajeros –uno en especial– que le acompañaron. ¿Es confiable un personaje con tal proceder tenebroso?

Los sonorenses, no uno sino un tropel, le acusan de haber desfalcado a la entidad por más de mil millones de pesos, una cifra bastante mayor a la deuda contraída por los Moreira –treinta y tres millones de acuerdo a los datos oficiales– y por el troglodita Javier Duarte de Veracruz –él “solo” contrajo empréstitos por 39 mil 798 millones sumados a los acumulados por sus antecesores, sobre todo Fidel Herrera, que elevó el renglón en 18 mil millones de pesos–. Pero, claro, a Manlio nadie lo investiga porque fue capaz de “recuperar” al PRI en su entidad con la exitosa dietista Claudia Pavlovich Arellano, hija de una ilustre dama, ésta sí, Alicia Arellano Tapia, la primera senadora que tuvo el país al lado de la campechana María Lavalle Urbina en la LXIV Legislatura.

El caso es que, en materia de arreglos soterrados, Manlio le ganó a peña cuando ya estaba listo todo para proceder contra el gobernador de Veracruz, en principio, y Beltrones reculó y aseguró que sólo era un rumor malsano ¡para debilitar al PRI! En realidad, en el fondo, pretendió cubrirse las espaldas por la fraudulenta victoria de otro personaje siniestro, Miguel Ángel Yunes Linares, el otrora elbista postulado por el PAN al gobierno de su entidad y con la marca de la complicidad que extendió cuando, en su condición de subsecretario de Seguridad Nacional, alteró el lugar donde se desplomó el helicóptero de su jefe, Ramón Martín Huerta el 21 de septiembre de 2005, apurado por afirmar que se trataba de un mero accidente para cerrar el expediente y venderle así el favor a los fox, los amigos del guanajuatense victimizado, cuando el clima de terror crecía sin remedio. Y nadie, absolutamente, ha procedido a realizar las indagatorias correspondientes. Círculo negro cerrado.

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