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marzo 29, 2024

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No pudo ser peor el inicio del año. Apenas en la primera quincena la asfixia es la definición para apuntar el ánimo de los mexicanos ante la oleada de sangre, carestía y desabasto de gasolina que se entrelazan con las arengas optimistas campañas presidenciales y dibujan a una clase política ambiciosa, con escaso conocimiento –o ninguno– de la geopolítica nacional, a excepción del presidente de la República, y una avidez por la manipulación cada vez mayor. Porque, para desgracia de quienes producen, el peso de los ociosos millonarios –herederos de fortunas que juegan a la especulación o de cauces políticos con sabor a cacicazgos–, todavía se impone al silencio de una sociedad ultrajada o esperanzada en el milagro de la Cuarta Transformación.
La gravedad es mayor cuando sumamos a las entidades sumidas en la violencia y la persecución: Guerrero, Baja California –sobre todo la Tijuana de Jorge Hank–, Chihuahua y el asalto contra Javier Corral Hurtado, Colima, Zacatecas, Nuevo León, Baja California Sur, Yuneslandia que vuelve a ser Veracruz pero bajo el cielo de la impunidad, y la Ciudad de México en donde las trifulcas de la izquierda dibujan las ambiciones de sus dirigentes, sean de Morena o el descafeínado PRD.
Desde luego, contra los cálculos oficiales, los índices de pobreza extrema crecen al ritmo de los aumentos y, sobre todo a algunos alimentos básicos de la mayor parte de los mexicanos. Ni modo de disimularlo. Por allí escuché una discusión entre un indignado consumidor y una marchanta a la que ya no le alcanza para adquirir lo básico:
–Todo es culpa de Obrador –estalló la voz de un adulto, indignado–.
–¡No, señor! Nuestro presidente está descubriendo los males. Dele tiempo que apenas va comenzando –respondió una servidora doméstica–.
Buena parte de los servidores públicos siguen siendo vistos como el bando contrario en la guerra por la dignidad y la justicia. Qué tremendamente doloroso. La creencia general sobre la furia de la clase política nubla cualquier análisis ponderado sobre postulantes y partidos en este tremendo 2019 cuando Morena, en serio, busca ampliar su territorio de influencia. No faltan quienes insisten, en los estados donde habrá comicios comenzando con Baja California, en que nadie es confiable y, por ende, preferirían no sufragar pero tienen temor a ser reprimidos por ello –lo cual es bastante incierto y una falacia para cubrirse las espaldas por parte de los operadores extranjeros al servicio de las dirigencias–, e incluso la posibilidad de perder empleos si no se acude a las casillas.
De cualquier manera, como siempre he insistido, no habrá legitimidad democrática para quien venza con el 30 por ciento de los votantes con un abstencionismo, además, rayando la mitad del Padrón. Tal es la perspectiva que se ofrece mientras el Instituto Nacional Electoral, y su presidente el racista Lorenzo Córdova Vianello, hace circo, maroma y teatro para asegurar que, “ahora sí” -es decir antes no sucedía–, serán limpios los comicios. No he dejado de reírme.
Y, mientras, siguen cayendo algunas serias acusaciones pero sin que se toque a los grandes. Los intocables son muchos y peña sigue pavoneándose en el extranjero ya si volar sobre las alas de la gaviota sino galopando por allí.

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