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abril 23, 2024

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De acuerdo a los legisladores, falsamente demócratas e hipócritamente “defensores” de la (su) libertad, cualquier crítica, siendo cierta y probada, puede ser motivo de sanción si se consideran que daña la reputación de la persona, política o no, a quien va dirigida. Esto es, la suspensión total de la libre expresión porque cualquier descendiente de Santa Anna o Victoriano Huerta puede alegar lo conducente, en defensa del honor familiar, para perseguir igualmente a los historiadores que se empeñen en ensuciar (más) el ajado rostro de los antihéroes.

Así se prepara, por desgracia, la cuarta transformación, a golpes de silencio impuesto y amenazas militares bajo el cobijo de una ley de seguridad interior incluso cuestionada por la ONU y la Comisión Internacional de los Derechos Humanos. Pero, lo sabemos ya, en este país nada importa que sea contrario a los intereses del bandidaje oficial y sus aliados en el crimen organizado, desde los “capos” en fase de amnistía, hasta los secuestradores y subversivos escondidos detrás de las carteras ministeriales, los escaños, las curules y los plenos de magistrados y ministros de la Corte. Todo alrededor destila complicidad.

Así que nos impondrán una mordaza… si nos dejamos. Es el momento justo para señalar a quienes, senadores y diputados, de ambos sexos o bisexuales o de otras preferencias, intentan coartar la libertad para protegerse las espaldas y así, por desgracia, intentar repeler la voluntad general para manejarla después al antojo de una clase política en franca putrefacción. Nada como la persecución al periodismo para demostrar la ausencia de democracia y el auge del autoritarismo que, junto a la ley de marras, nos acerca, sin remedio, a una tiranía militar y no precisamente a la “dictadura casi perfecta” de la que habló Mario Vargas Llosa logrando casi sacar de sus casillas a Octavio Paz, el gran literato que no llegó al final con la misma dignidad de sus años de madurez, quien además, en aquella misma ocasión, defendió la institucionalidad porque vivía en una residencia facilitada por el gobierno luego del incendio de la propia.

Sin crítica no hay periodismo y sin éste no existe contrapeso real para los abusos del poder ni democracia que pueda legitimarse.

Los coros de la ignominia suenan a todo volumen.

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