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marzo 28, 2024

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Amigo de más de 30 años

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El lugar para arrancar la campaña del candidato del Frente Democrático Nacional (FDN) tenía que ser Nacajuca, donde las obras y los apoyos que bajó el exdelegado del Instituto Nacional Indigenistas (INI), estaban a la vista entre los chontales.

La memoria de José Ángel Gerónimo Jiménez, amigo de Andrés Manuel López Obrador precisamente desde los tiempos del INI, argumenta así esta decisión: “De alguna manera era su bastión porque ahí lo conocía mucha gente”.

Gerónimo Jiménez no vaciló en acompañar a Andrés Manuel en su salida tricolor y organizar el grupo que empujaría la primera campaña opositora en Tabasco. “No había dinero y lo que nosotros hacíamos era que boteábamos en las reuniones. Luego lo juntábamos y ya con eso teníamos para la gasolina”.

En las giras se desplazaban en un solo vehículo, donado por el padre de Nicolás Mollinedo. Años después, Nico sería el famoso chofer de Andrés Manuel, cuando este último fungiera como jefe de Gobierno de la capital mexicana.

Con la conformación del PRD, en el año de 1989, el Comité Ejecutivo Nacional, se apiadaría de ellos y les concedería un camioneta tipo van. Alguien, en el frente de la unidad, puso un slogan con mucha sorna: “PRD, veneno para ratas”.

“Yo soy de las pocas personas que recorrieron con él, en dos ocasiones, todo el estado de Tabasco”, recuerda José Ángel, que también había acompañado a Andrés Manuel desde mucho tiempo atrás, en la campaña de don Enrique González Pedrero para gobernador.

“En ese tiempo ser oposición era como los tiempos de la inquisición, te vigilaban, amenazaban a la familia. Fueron tiempos muy difíciles”, precisa.

Recuerda que cuando iban a Tenosique, aprovechaban a visitar la casa de los padres de Andrés Manuel, en Palenque; cenaban panuchos y los López Obrador les daban para la gasolina porque ninguno de ellos traía dinero, ni siquiera para un cigarro suelto. Unas galletas de soda y un refresco eran el magro menú del día, en esas jornadas de proselitismo político. Si tocaba comunidad al menos estaba garantizado el refrescante y nutritivo pozol.

“La gente iba creyendo en López Obrador. Nuestras oficinas ya eran muy pequeñas y nos apropiamos prácticamente del Parque Hidalgo, ahí atendíamos”, señala.

Entre las muchas solicitudes que el PRD recibía, empezaron a destacar las de comunidades afectadas gravemente por la contaminación de Pemex y los reclamos de obreros petroleros a quienes les hacían contratos temporales y no les pagaban liquidación. Frente a la sordera oficial, instrumentaron los bloqueos a pozos petroleros, a fin de sentar a las autoridades en busca de una solución. Los primeros pozos tomados fueron los de Cárdenas, Comalcalco y Cuanduacán.

“Nosotros nos convertimos en un partido que encabezaba las demandas sociales, por todos lados surgían problemas y por todos lados nos buscaban. Llegó un momento en que la gente nos rebasaba, no sabíamos ni a dónde ir. La oficina se llenaba de gente todos los días, nosotros no descansábamos porque al mismo tiempo de atender la demanda social teníamos que hacer trabajo político”, rememora Gerónimo Hernández.

Las adversidades no son algo nuevo en la vida de este luchador social: cuando López Obrador era dirigente del PRI estatal y él coordinaba los consejos seccionales en el municipio de Centro, le tocó ver cómo el edil de esta municipalidad, Gustavo Rosario Torres, conjuraba contra el tepetiteco. Juntó con otros alcaldes, convenció al gobernador Pedrero de remover del cargo a Andrés Manuel.

A 36 años de conocerlo, considera que Obrador no ha cambiado su forma de pensar: Su prioridad es luchar por lo que menos tienen, obviamente, ser un líder nacional lo obligó a cuidarse más, a comprometerse más con el país y elevar el nivel de su discurso. “Ahora que pasaron las elecciones del Estado de México, ya no dijo vamos a tomar las calles. Nada de eso”, concluyó.

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